Se ha escrito tanto que es difícil escribir más y, a la vez, todos seguimos teniendo la sensación de que aún no se ha escrito, no se ha hablado, no se ha protestado, no se ha llorado lo suficiente. Hará pronto un año y parece que aún es el mismo día. El recuerdo sigue tan vivo que, más que recuerdo, es aún presente. Es imposible encontrar palabras que consuelen, que honren, que hagan justicia a la dimensión de tanto dolor, tanta crueldad y tanta absurda pérdida. Tan solo cabe rendir homenaje a todos ellos, a los que se fueron pero que aún están aquí, en las memorias y los corazones, recordando lo que aquel gran escritor expresó una vez ante el temor de que no le quedara un tiempo para las despedidas, lo que tantos habrían deseado que los asesinos les hubieran permitido al menos decir:
“Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma. Si supiera que esta fuera la última vez que te vea salir por la puerta, te daría un abrazo, un beso y te llamaría de nuevo para darte más. Si supiera que esta fuera la última vez que voy a oír tu voz, grabaría cada una de tus palabras para poder oírlas una y otra vez indefinidamente. Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo diría “te quiero” y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes.”