FUNDACIÓN VÍCTIMAS DEL TERRORISMO NÚMERO 86

21 ACTUALIDAD lesiones en los heridos se comprenderá la dimensión de la prueba a la que tuvieron que enfrentarse. La actuación sistemática de los servicios de emergencia, SAMUR y SUMMA, pero también otros como Cruz Roja o SAMER, fue decisiva para salvar decenas de vidas. Sin olvidar la extraordinaria cooperación de muchos civiles, sanitarios o no, cuya ayuda, especialmente en el foco de la calle Téllez fue fundamental. La rapidez en la actuación de la Policía Municipal, que ac- tuaron como primeros respondientes au- xiliando a numerosos heridos y ayudando a aquellos que podían caminar a despla- zarse hasta un lugar seguro. El rescate de heridos de entre los hierros por parte de los Bomberos de Madrid, asumiendo riesgos elevados por la inseguridad de la zona. Todo ello permitió que en dos horas y cincuenta minutos se asistieran, estabi- lizaran y evacuaran a la totalidad de los heridos de los cuatro focos. Es algo que, transcurridos los años y considerando al- gunas experiencias terroristas similares posteriores, continúa asombrando. Todo ello, no se puede olvidar, realizado en un espacio inseguro como demostraron los dispositivos activos sin explosionar que se encontraron en los focos por parte de los especialistas (TEDAX). La extraordi- naria respuesta provista por los hospita- les públicos de la Comunidad de Madrid fue el complemento imprescindible de la atención sanitaria en las vías. Me piden que escriba unas palabras so- bre aquellos hechos y que haga hincapié en la labor de los servicios de seguridad y emergencias de todos los cuerpos y ser- vicios que dieron una ejemplar lección de valor, profesionalidad y entereza. Lo hi- cieron, ciertamente. Más allá de cualquier exigencia profesional, de cualquier expec- tativa. O quizá, precisamente, ejerciendo una competencia habitual, realizando un ejercicio de excelencia profesional que, en realidad, se correspondía con la pro- pia calidad del trabajo cotidiano, si bien es cierto que esa gran catástrofe era el leviatán de los servicios de emergencia, la gran amenaza, ese monstruo bíblico, “de cuya boca “salen hachones de fuego, de sus narices sale humo, como de una olla o caldero que hierve” 1 , que significaría la prueba definitiva, el examen final tras dé- cadas de preparación. Recuerdo que, finalizado el proceso asis- tencial, reunidos en el CICOIN 2 , tratando de conseguir una lista única de los heri- dos situados en los diferentes hospitales, apareció Javier, uno de los más experi- mentados miembros del SAMUR, si no abatido, algo inverosímil en él, si cons- ternado y, tras mirarnos a todos durante unos segundos, con ese pragmatismo tan distintivo, tan personal, dijo: “Creo que hemos podido con ello”. Esa frase acota el territorio de aquella batalla, que más allá del dolor, del sufrimiento, de la an- gustia que el suceso provocara en toda la población, afectaba a la esencia del reto ineludible, específico, inherente a su ra- zón de existir. Una llamada telefónica vino a decirnos que estábamos muy lejos del final, abocán- donos a una continuidad de la emergen- cia que, sin casuística previa, nos colocó al frente de la gestión del mayor proceso de duelo jamás visto en Europa. La elección del IFEMA como morgue de fortuna y ta- natorio multitudinario, dos decisiones de alto riesgo pero que resultaron un acierto, exigió durante 36 horas uno de los ejerci- cios más virtuosos de improvisación que se hayan conocido, Y creo que la impro- visación hay que citarla con orgullo, pues como he dicho, no existían antecedentes ni manuales, ni protocolos, que pudieran arropar la gestión de aquel proceso. En el IFEMA se generó un equipo coor- dinado por el Ayuntamiento de Madrid, formado por médicos, enfermeras, au- xiliares sanitarios, protección civil, fo- renses, policía científica, trabajadores sociales, servicios funerarios, psicólogos, servicios religiosos, personal de IFEMA, policía municipal, salud mental, per- tenecientes a prácticamente todas las instituciones del Estado formando un formidable equipo cuyo trabajo resultó esencial para amortiguar lo que podría haber sido, con toda justicia, un estallido de rabia, una descontrolada explosión de cólera y dolor. Es necesario remarcar que el comportamiento ejemplar de familia- res y amigos fue nuestro mayor aliado en aquel océano de dolor. Quiero mencionar expresamente la disciplina y paciencia que demostraron los medios de comuni- cación balanceando con justeza la nece- sidad de informar con el respeto al dolor de las familias. Creo que, en aquellas horas espantosas, en medio de la terrible situación en la que todos los ciudadanos se hallaban in- mersos, cuando todas las certidumbres estaban cediendo y pareciera que el caos se instalaba entre nosotros, los servicios de emergencias fueron una boya en la tormenta, una referencia a un mundo sólido, la certeza de que en la adversidad, aquellos que debían hacer su trabajo para socorrer, proteger, sostener y alentar es- taban ahí, respondiendo con prontitud y destreza, sin desmayo, con disciplina, en- trega y rigor profesional. Gracias. • 1. Job 41:19-22. 2. Centro Integral de Comunicación e Información, unidadmóvil de gestión de emergencias.

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