FUNDACIÓN VÍCTIMAS DEL TERRORISMO NÚMERO 87

68 TESTIMONIO RAMÓN BARRAL PÉREZ Se cumplen 50 años del atentado cometido por ETA en el que murieron Baldomero Barral y Josefina Pérez ANA GARCÍA H I J O D E B A L D O M E R O B A R R A L F E R N Á N D E Z Y M A R Í A J O S E F I N A P É R E Z M A R T Í N E Z ¿Cómo eran sus padres?, ¿a qué se dedicaban? Eran dos chicos normales, alegres, vitales, jóvenes, muy jóvenes que estaban comen- zando su vida. Tenían dos niños, una casa y un negocio. Les iba bien, lo merecían porque la vida en aquellos años no era fá- cil. Mi padre era pastelero y mi madre se ocupada del mostrador. Vivían en La Coruña, ¿por qué se en- contraban ese día en Madrid? Estaban de vacaciones. Decidieron tomar- se unos días de descanso y viajar a Madrid. “Los terroristas lo son para siempre como lo somos las víctimas. La diferencia está en que ellos lo han elegido” Baldomero tenía 24 años y su mujer Josefi- na, 21. Eran padres de dos niños pequeños y, pese a su juventud, con esfuerzo y trabajo habían conseguido abrir una pastelería en La Coruña en la que ambos trabajaban. El 13 de septiembre de 1974 se encontraban en Madrid, donde habían llegado para pasar un fin de semana. Un viaje para compensar la luna de miel que no habían podido dis- frutar cuando se casaron. Ese día, ETA hizo explosionar un artefacto en la Cafetería Ro- lando, situada en la calle del Correo, al lado de la puerta del Sol . Como consecuencia de la explosión más de setenta personas resul- taron heridas y trece perdieron la vida. Dos de esas víctimas fueron Baldomero y Jose- fina. La acción terrorista contra la Cafetería Rolando fue el primer atentado indiscrimi- nado de ETA contra la población civil. Sus responsables nunca fueron juzgados. conciencia de la ausencia, se oyen conver- saciones, los niños en el cole… ¿Cómo le explicaron las circunstan- cias en las que habían fallecido? No hubo una conversación al respecto, que yo recuerde. Para mi hermano y para mis nuestros abuelos eran nuestros pa- dres. Hasta que tuve 13 o 14 años, hubo que madurar rápido, no fui enteramente consciente de lo sucedido. ¿Cómo condicionó su vida lo que ocurrió aquel 13 de septiembre de 1974? La falta de mis padres condicionó radi- calmente mi vida. La infancia fue difícil, había problemas económicos, mi abuelo vivía en Reino Unido, donde trabajaba para mantenernos, y solo lo veía una vez al año cuando volvía en Navidad. Siem- pre fui buen estudiante, pero no tuve oportunidad de hacerlo como me hubie- ra gustado; no había tiempo ni medios. En ese tiempo, todavía las víctimas del terrorismo no tenían el mismo apoyo institucional y social que años después. ¿Tuvieron sus padres algún reconocimiento?, ¿sus familiares se sintieron apoyados? Nada, cero, ni ayuda económica, ni ayu- da institucional, ni ayuda psicológica, ni información…Un desastre. Las cosas me- joraron a partir de finales de los 90, pero hasta entonces, ni caso. ¿Quiénes se hicieron cargo de usted y de su hermano? Mis abuelos maternos, que sacrificaron su vida para sacarnos adelante. Nadie más. ¿Cuándo tomó conciencia de que sus padres habían sido víctimas de un atentado de ETA? No lo recuerdo exactamente, calculo que sobre mis 7 u 8 años. Nadie me lo comu- nicó directamente, pero uno va tomando

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