FUNDACIÓN VÍCTIMAS DEL TERRORISMO NÚMERO 89

76 TESTIMONIO " Me esfuerzo cada día por mantener vivo el recuerdo de mis padres” SILVIA GÓMEZ RÍOS H I J A D E E U T I M I O G Ó M E Z G Ó M E Z Y J U L I A R Í O S R I O Z TEXTO: ANA GARCÍA ¿Cómo describiría a sus padres? ¿A qué se dedicaban? Mis padres siempre fueron los mejores del mundo: cariñosos, muy trabajadores y con una inteligencia emocional maravillosa. Con el tiempo, y ahora que soy madre, me he dado cuenta de lo fácil que pa- recía para ellos esta tarea. Les admiro cada día más, especialmente al recordar cómo supieron inculcarnos unos valores fundamentales que nos han ayudado a afrontar la vida tal y como se nos presentó. Mi padre, que era calefactor en el Hospital Valdecilla, y mi madre, limpiadora en la panadería La Constancia, fueron un ejemplo de dedicación y esfuerzo. ¿Cómo era su vida familiar antes del atentado? Si no perfecta, casi. Estudiábamos, salíamos con nuestros amigos y, al regresar a casa, compartíamos nuestras vivencias con ellos. Una vida como la de cualquier joven de 18 y 16 años en los años 90. El 19 de febrero de 1992, a las ocho y media de la tarde, el barrio de La Albericia, en Santander, fue escenario de una tragedia que marcó la vida de Silvia Gómez y su hermano Jesús. Un terrorista de ETA hizo estallar un coche bomba al paso de un furgón de la Policía Nacional, dejando un trágico balance: sus padres, Eutimio y Julia, y un joven que circulaba en coche perdieron la vida, mientras que numerosas personas resultaron heridas. Con tan solo 18 y 16 años, Silvia y Jesús tuvieron que enfrentarse a un futuro sin sus padres y al dolor de una pérdida irreparable. “Queremos mucho a nuestros tíos, pero la seguridad, la tranquilidad y el calor que solo pueden dar unos padres son insustituibles. Eso jamás lo hemos vuelto a sentir”

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