FUNDACIÓN VÍCTIMAS DEL TERRORISMO NÚMERO 90

68 TESTIMONIO “La ausencia de mi padre pesa, sobre todo en momentos importantes, pero aprendí a seguir adelante y a no dejar que el terrorismo me robara también mi vida” ALMUDENA BLANCO MARTÍN H I J A D E P E D R O A N T O N I O B L A N C O G A R C Í A TEXTO: ANA GARCÍA Este enero se han cum- plido 25 años del aten- tado en el que murió su padre. ¿Cómo recuerda aquel día? El 21 de enero de 2000 es una fecha que nunca olvidaré. Como cada mañana, mi padre salió de casa a las ocho menos diez. Apenas diez minutos después, mientras me ponía el uniforme para ir al colegio, una explosión sacudió los cristales de mi habi- tación. Al principio pensé que podría ser una bombona de gas, pero enseguida supe que era algo mucho más grave. Aunque llevábamos 18 meses de tregua, no era la primera vez que oía una detonación. De camino al colegio con mis amigos, vi- mos una columna de humo y, con resig- nación, comentamos: “Ya están aquí estos otra vez”. Nunca imaginé que mi padre pudiera estar involucrado. Siempre creí- mos que iba al trabajo en autobús. Nunca nos dijo que lo recogía un coche oficial, quizá para no preocuparnos. En clase, entre la primera y la segun- da hora, llamé a casa. Mi hermano contestó y solo alcanzó a decir “Papá, papá” antes de colgar. Poco después, la directora me pidió que recogiera mis cosas y saliera del aula. A la salida, me esperaba una amiga de mi madre, que me abrazó sin decir una palabra. Cuan- do llegamos a casa, la entrada estaba llena de policías y militares. Busqué a mi madre y le dije: “Vámonos, papá estará solo en el hospital”. Ella negó con la cabeza. En ese gesto lo entendí todo. Cada mañana, mi padre viajaba con su general en coche hasta el Cuartel General del Ejército de Tierra. Ese día, el coche se retrasó, pero mi padre llegó al punto de encuentro a su hora y esperó. Los terro- ristas no abortaron el plan y detonaron la bomba.

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