FUNDACIÓN VÍCTIMAS DEL TERRORISMO NÚMERO 90
70 TESTIMONIO “Me considero una voz más, y me esfuerzo en alzarla para que lo ocurrido no caiga en el olvido” fueran juzgados y condenados le ha ayudado en ese proceso? Cuando, después de 14 años, finalmente se celebró el juicio, sentí que se cerraba un capítulo y que la justicia había hecho su trabajo. Estábamos tranquilos porque los condenaron como correspondía. Era como decir: “Mira, papá, ya está, ya te hemos hecho justicia, ya puedes descan- sar, y nosotros también”. Pero, de repente, ahora nos notifican que a uno de los asesi- nos del comando que mató a mi padre le habían concedido el tercer grado después de solo 17 años en prisión, cuando debe- ría cumplir 30. Nos han dicho que este año comenzarán a salir uno tras otro. Ya ha salido uno, y el siguiente será la única mujer que formaba parte del comando. La situación es grave, ya que algunos pre- sos se presentan como “desvinculados” de la banda, cuando no han demostrado verdaderamente su arrepentimiento ni colaboran para esclarecer crímenes que, hoy en día, siguen sin resolverse. ¿Cree que la sociedad española sigue teniendo presentes a las víctimas del terrorismo? A nivel personal, mucha gente nos mues- tra su apoyo, pero a nivel colectivo, la memoria se va desvaneciendo. La socie- dad tiende a olvidar rápido y, al final, el terrorismo se ve como algo del pasado, que solo se recuerda en ciertas fechas o en los libros de historia. Además, los me- dios de comunicación y los políticos no lo mencionan tanto, y no parece haber un esfuerzo real por mantener viva la memo- ria de las víctimas. Existe como un blo- queo colectivo que hace difícil reconocer plenamente a las víctimas de ETA. Si pudiera compartir unmensaje sobre cómo transformar la adversidad en es- peranza, basándose en su experiencia, ¿cuál sería? Lo primero es desear salir de esa situa- ción dolorosa y sentir que tienes derecho a hacerlo. Todos merecemos respirar y disfrutar de la vida. Aunque en algunos momentos te sientas incapaz, si real- mente deseas avanzar, ese deseo puede convertir incluso lo más difícil en una oportunidad de crecimiento. En mi caso, ese deseo me impulsó a aprender, a vol- verme más fuerte y a descubrir que podía ser valiente. • víctimas. En 2005 escribió a la prensa irlandesa denunciando la presencia de De Juana Chaos en Irlanda. ¿Cómo se gestó esa carta? Me sorprendió e indignó que en Irlanda se considerara a De Juana como una víctima de la Justicia española. Decidí escribir a varios periódicos, y fue entonces cuando una periodista del Irish News se puso en contacto conmigo. Me entrevistaron, y después El Mundo en España recogió mis declaraciones. Fue en ese momento cuan- do me di cuenta de que mi voz podía ser escuchada. Esto ocurrió antes de que em- pezara a compartir mi testimonio en los colegios. Hoy, me considero una voz más, y me esfuerzo en alzarla para que lo ocurrido no caiga en el olvido. Como madre, ¿qué valores de su padre intenta transmitir a sus hijos? A mis hijos les hablo de su abuelo desta- cando sus mejores cualidades: su sentido del deber, la lealtad hacia sus amigos y el amor incondicional por su familia. Ade- más, comparto anécdotas divertidas, por- que prefiero que lo recuerden siempre con una sonrisa. Mis hijos han formado la ima- gen de su abuelo a partir de mis recuer- dos, y mi hijo mayor es muy consciente de quién fue y lo que representaba. Un día me dijo que, aunque no comprendía el conflic- to político, lo que sí entendía era el dolor de su abuela y el sufrimiento de su madre. En estos años ha habido debates so- bre la reconciliación y el perdón. ¿Qué piensa de estos conceptos? El perdón tiene una connotación de fe. Considero que es válido cuando proviene de quienes me quieren —familia y ami- gos— y realmente comprenden el daño causado. Sin embargo, en el caso del te- rrorismo de ETA y de los asesinos de mi padre, el perdón carece de valor. Ellos no piden disculpas de forma sincera ni re- conocen el sufrimiento que ocasionaron. Pueden lamentar las consecuencias de sus actos, pero no muestran arrepentimiento hacia mí, mi madre o mi hermano; para ellos, somos solo un número. Por ello, creo que en este contexto el perdón se utiliza para obtener beneficios peniten- ciarios, lo cual considero injusto. Un te- rrorista no debería recibir ningún tipo de beneficio, sin importar lo que diga o haga. El paso del tiempo no borra el dolor, pero también abre espacio para la sa- nación. ¿El que los asesinos de su padre
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