La mañana del 17 de octubre de 1991 ETA convirtió Madrid en un auténtico caos. Los terroristas del comando desplazado a la capital de España habían logrado coordinar su actividad criminal para perpetrar tres atentados. El primero tuvo lugar a las ocho de la mañana en el barrio de Aluche. Una bomba adosada a los bajos de un automóvil acabó con la vida del comandante del Ejército de Tierra Francisco Caballar Muñoz, de 47 años. Francisco Caballar, como todas las mañanas, se dirigía a su trabajo. La bomba se lo impidió y, al mismo tiempo, alcanzó a Cristina, una niña de ocho años, que resultó herida cuando iba al colegio.
Cuarenta minutos después estallaba otro artefacto en los bajos de otro coche a cuyo volante estaba María Jesús González y, junto a ella, su hija Irene Villa. Madrid era puro desconcierto. Policía, ambulancias y medios de comunicación acaparaban los espacios próximos a los atentados. Pero ETA tenía preparado un nuevo golpe, también en forma de bomba adosada a los bajos de otro coche. Fue a las 11.00 y causó heridas graves
al comandante de Infantería Rafael Villalobos Villa.
Aquella mañana no caerá nunca en el olvido para los habitantes de la capital de España. Aquella mañana tuvo víctimas con nombres y apellidos, con luz y taquígrafos. Pero aún, a día de hoy, no se conoce la identidad
de quienes cometieron tan calculadas acciones terroristas. Se sabe que fue ETA, eso sí.