El movimiento yihadista global ha iniciado un nuevo momento evolutivo tras la caída, en 2019, del último reducto del califato establecido en Oriente Medio por la organización terrorista autodenominada Estado Islámico (EI) y el posterior abatimiento de su líder, Abu Baker Al-Bagdadi, al noroeste de Siria.
El fracaso de EI en Oriente Medio no debe de ser entendido como el fin del yihadismo global. Al contrario, este movimiento se encuentra hoy más extendido que nunca, con dos matrices de terrorismo global- EI y Al Qaeda- y una nebulosa de grupos aliados activos en distintas zonas del planeta. Mientras, el legado de aquella movilización en Europa se refleja en sus prisiones, donde el elevado número de yihadistas confinados por su implicación en actividades de terrorismo yihadista dentro o fuera de nuestras fronteras en los últimos años, obliga a desarrollar planes y protocolos para prevenir nuevos procesos de radicalización y captación así como otros de intervención para la rehabilitación de estos yihadistas.