Carta de despedida al Presidente de la AVT de Castilla y León tras su fallecimiento
Desde que el 3 de mayo de 2018 ETA emitiera el comunicado en el que decía que había desmantelado completamente todas sus estructuras y había dado por terminada su iniciativa política, se extendió y fortaleció política y socialmente la idea de la «derrota de ETA». Gran parte de la opinión pública celebra todavía complacida el final de cinco décadas de terror sin cuestionar si, en efecto, el final criminal de la banda había supuesto un verdadero triunfo del Estado de Derecho, o si, por el contrario, lo que se había hecho era sustituir la victoria por la glorificación de nuestra propia derrota. Desde mi punto de vista, esto último fue en realidad lo que sucedió.
Sin embargo, en esta personal visión sobre el final del terrorismo de ETA he logrado encontrar un motivo para celebrar una destacada victoria sobre la banda criminal. Porque ha habido una persona que durante casi veinticinco años, día tras día, ha conseguido vencer a los terroristas y a sus cómplices. Se trata del Comandante de Infantería Juan José Aliste Fernández, al que acabamos de despedir para siempre tras su repentino fallecimiento, el 28 de junio.
Una vez más ETA se equivocó. Lo hizo al marcar al entonces capitán Aliste como objetivo en el atentado que cometió en la ciudad de Salamanca el 10 de noviembre de 1995. Es un error intentar aniquilar con una bomba el honor, la lealtad, la decencia, la entereza, y el orgullo de vestir el uniforme militar. Liquidar un ideal de servicio y de amor a España. Se trata de una misión imposible de culminar con éxito, como sabe cualquiera que conozca la madera de la que estaba hecho Aliste y los componentes de nuestras Fuerzas Armadas. Porque para ellos los que dieron su vida por España siempre están presentes. Porque cuando uno cae otro asume su misión de manera inmediata. Y porque afrontan el adiós dolorido a un compañero a sabiendas de que la muerte no es el final.
Más allá de todo lo anterior, el error de ETA fue permitir que Aliste sobreviviera, aún con unas terribles mutilaciones consistentes en la amputación de ambas piernas. Las alimañas de ETA no podían sospechar las consecuencias de su error.
Desde ese mismo día la sociedad de Castilla y León, y en particular las víctimas del terrorismo, hemos disfrutado de Juan José Aliste. Su mera presencia, con su mutilación y su permanente sonrisa, ha sido, en sí misma el mejor alegato que jamás se haya hecho en defensa de las víctimas y en contra de las bestias que le atacaron. Su afabilidad y su inteligencia convirtieron esa terrible mezcla de supervivencia y laceración en el símbolo de la resistencia de las personas de bien frente al ataque que ETA dirigía contra toda la sociedad.
Pero más allá de esa imagen, que evidenciaba un ejemplo de vida y un tremendo afán de superación, Juan José Aliste, acompañado siempre por una mujer (Chelo) y unos hijos excepcionales (Raúl, Leticia y Raquel), tuvo el compromiso, la valentía y la fortaleza suficientes como para dirigir en Salamanca y en Castilla y León el movimiento de víctimas del terrorismo. No hay mejor líder que el que lo es porque los demás, de manera espontánea, le siguen por su capacidad y confianza. Y así fue siempre. Y desde su responsabilidad defendió muy certeramente a las víctimas del terrorismo, que es tanto como decir que defendió la democracia.
Juan José Aliste hubiera tenido sobrados motivos para la irritación o el enfado. El daño que se le infringió y su resistencia a la adversidad pocas veces fueron correspondidos con la debida firmeza del Estado de Derecho frente a los criminales. Por ese motivo se enfrentó a la negociación del Gobierno con los terroristas y sus consecuencias: las excarcelaciones derivadas de la derogación de la doctrina Parot, la legalización de Bildu y de Sortu, la excarcelación de Bolinaga, y el creciente protagonismo político de los herederos de ETA.
Pero sus demandas, sencillas y cargadas de sentido común, nunca formaron parte de un discurso partidista. Esa inteligente posición le permitió rechazar de plano el carácter político del terrorismo, y en consecuencia, exigir un final del mismo fundamentado nada más que en la justicia, y en la memoria y la dignidad de las víctimas, y alejado de componendas y negociaciones con los asesinos.
En ocasiones no le fue fácil mantener su discurso sereno y comedido, ni siquiera entre los suyos. Pero su eterna paciencia, su bondad y su habilidad dispersaron siempre amistosamente las discrepancias. El resultado de esa actitud y de su ejemplo de vida ha sido la adhesión de instituciones, partidos políticos y toda la sociedad civil de Castilla y León a la causa de las víctimas del terrorismo.
En definitiva, ETA pinchó en hueso. Quiso matar a un militar y lo que consiguió fue revelar a la sociedad la existencia de un gran hombre que, con sencillez, con unas enormes ganas de vivir, con una gran afabilidad, y sin darse importancia, como hacen siempre los más grandes, venció a la adversidad que le impusieron los cobardes criminales de ETA, y logró suscitar un rechazo frontal contra ellos y contra sus objetivos.
Hoy, los que conocimos a Juan José Aliste, aún sin apenas tiempo para reponernos de su repentina y dolorosa partida, podemos, sin embargo, afirmar, con indisimulada satisfacción, que fuimos privilegiados testigos de su ejemplo de vida. Y mañana, al recordarle, esbozaremos de manera espontánea una sonrisa, porque logró que nuestros momentos en su compañía fueran siempre agradables.
Nos queda, como siempre, la memoria. Una memoria comprometida, que se estremezca por el daño que ETA le causó al comandante Aliste, que no olvide la injusticia cometida, ni tampoco las ideas esgrimidas para cometerla. Pero también nos queda una memoria en la que conservaremos, para siempre, el ejemplo que nos dio sobre cómo hacer frente a ese daño, a esa injusticia, y a esas ideas: a través de la dignidad, la valentía y la resistencia. Así fue como Juan José Aliste logró para todos nosotros su victoria sobre ETA.
Descansa en Paz.
Luis Heredero Ortiz de la Tabla.
Miembro de la Asociación de Víctimasdel Terrorismo de Castilla y León.