Rodrigo Cabrero Pérez tenía 20 años y estudiaba Ingeniería Informática.
Todas las mañanas cogía el tren desde Getafe para ir a la Universidad. Su línea no era ninguna de las que salían de Guadalajara o Alcalá de Henares, pero la fatalidad quiso que el 11 de marzo se encontrara en el andén 2 de la estación de Atocha cuando explotaron las bombas de uno de los trenes. Sus padres, Juan Carlos y Marisol, y su hermano Gonzalo lo buscaron sin descanso hasta que, al día siguiente, supieron la verdad.
Hoy su padre es el vicepresidente de la Asociación 11-M Afectados del Terrorismo y, transcurridos 13 años desde aquella tragedia, nos ofrece su testimonio.