En el séptimo número de esta revista (junio, 2004), bajo el título de ‘En defensa del pacto’, apelábamos en este mismo editorial a la necesidad de mantener el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, al margen del cambio en el partido político en el poder. En aquel momento, tal llamamiento parecía una obligada obviedad. Visto ahora, con la perspectiva de más de un año, aquel editorial resulta ahora de una cándida ingenuidad.

Más allá de señalar a unos u otros como culpables, lo cual nos parece un pasatiempo partidista estéril, es evidente que el antiguo consenso sobre política antiterrorista, que tan buenos resultados diera, hoy por hoy forma parte del pasado. Prácticamente todos los colectivos de víctimas, en los encuentros mantenidos antes del verano con el presidente del Gobierno, pidieron la reactivación del pacto. Y, por tanto, creemos que ésa es una demanda que debe seguir formando parte del ideario de quienes tenemos la oportunidad de canalizar la voz de las víctimas. Por ello, parece necesario volver a clamar por el necesario entendimiento o, al menos, diálogo entre las dos grandes fuerzas políticas a fin de que la lucha contra el terrorismo deje de ser un arma arrojadiza en el debate político. No importa si ello es clamar en el desierto cuando lo que se pide está cargado de lógica y de razón.