El 27 de noviembre de 1935, Antonio Ruiz Vilaplana llega a Burgos para hacerse cargo de la secretaría judicial. El 30 de junio de 1937 deja atrás el Arlanzón y cruza los Pirineos para quedarse en Francia. Entre una y otra fecha el secretario judicial de Burgos se convierte en testigo de excepción de los prolegómenos y primeros días de la sublevación en la ciudad que después se convertiría en Capital de la Cruzada. Sus sensaciones al tomar contacto con la sociedad, las reacciones ante la sublevación, sus apreciaciones de personajes como Mola o Franco, el indignante papel de la Iglesia, el asesinato de inocentes, los levantamientos de cadáveres a los que su cargo le obliga a asistir.
Editor: Olivares Libros Antiguos.
Fecha: 2010.