Lizarza era antaño una apacible localidad del interior de Guipúzcoa, pero ETA se hizo con el dominio del ayuntamiento y de la vida pública hasta el punto de mantener en la fachada del consistorio cuatro grandes retratos de etarras un ayuntamiento donde no ondeaba ni la bandera española ni tampoco la de Lizarza, solo la ikurriña.
Cuando Regina Otaola llegó a la alcaldía, convirtió el respeto a la legalidad en la norma y la libertad en su aspiración. La nueva corporación de concejales del PP eliminó todos los vestigios de la coacción terrorista (pintadas, carteles de presos, anagramas en la documentación municipal, propaganda electoral ilegal) y gobernó con equidad y diligencia.
Editor: La Esfera de los libros.
Fecha: 2012.