En el arranque de la novela, el narrador confiesa a su padre que, veinte años atrás, en las postrimerías del franquismo, alguien le pidió que trasladase en su coche a unos activistas de ETA. Comienza así un proceso de reconstrucción de las cosas que nunca se dijeron entre padre e hijo, las razones de sus desavenencias, lo que sus silencios pudieron ocultar. El hijo tiene un doble motivo para afrontar tal ejercicio de memoria: los médicos acaban de diagnosticar a su padre una enfermedad mental degenerativa, y este acaba de recibir una carta exigiéndole el pago del impuesto revolucionario.
Editor: Alberdania.
Fecha: 2011.