Somos muchos los que hemos repetido hasta la saciedad que el terrorismo es siempre el mismo, cualquiera que sea la organización, la causa que aleguen o la justificación o la justificación que se busque para cometer los crímenes. El terrorismo es siempre el mismo porque causa siempre los mismos devastadores efectos de muerte, dolor y pérdida. El 11 de marzo, en Madrid, el terrorismo mostraba su rostro más cruel y sanguinario, el único rostro que ha tenido siempre y que puede tener. El rostro de la vileza. El rostro de la maldad irracional e indiscriminada. Es imposible encontrar palabras que describan la rabia y la impotencia que se siente ante lo hecho por los asesinos terroristas. Esa misma rabia e impotencia que, desgraciadamente, tantas veces hemos sentido en este país: cada vez que los asesinos actuaban contra cualquier ciudadano, con cada disparo, con cada bomba, con cada acto de odio y de locura.